domingo, 2 de junio de 2013

Consejos de Alberto E. Justo

No, no quiero atender esas voces rasgadas que claman por correr para allí o por venir hacia acá o hacia no sé dónde. Por allí se desatan esas agresiones vanas, esas sentencias de escaso o ningún valor, que asaltan las horas mejores y pretenden apartarnos de la senda verdadera y constante de la interioridad y del silencio.
Es necesario tener conciencia de cuán lejos estamos del griterío circundante aunque parezca que está ahí no más.
Más allá del bosque por donde vamos... Sí más allá del bosque gritan los diablos... ¡Qué barullo! Pero nos damos cuenta de que no están en el bosque, ni pueden acercarse a nuestro jardín... ¡Por eso gritan tanto! Para que los imaginemos cercanos. Pero están muy, muy lejos. Así son las “amenazas”,  parecen próximas pero nunca llegan...
Deja que el horizonte en el corazón se expanda. Deja que el Cielo en el corazón se abra y la mirada se eleve, llevándote por sobre todo y más allá.

Alberto E. Justo

El “camino directo” es un gran hallazgo en la vida nuestra, en nuestra peregrinación. Porque hay tantos detenimientos e ilusiones que corremos el riesgo de quedar atrapados en cualquier esquina, tal vez suponiendo que por allí va la senda “segura”. Pero no es así.
El “camino directo” comporta un respiro que no acaba, como nos acontece cada día cuando no podemos suprimir el aire que penetra en nuestros pulmones y actualiza, a cada instante, nuestro vivir (por decirlo así).
La “vida verdadera” está “por encima” y más alta que todas las ilusiones y que todos los intermediarios que tanto dificultan nuestro andar...
Si quieres acertar ve directamente aunque la soledad te atemorice un poco. Y es que no importan esas pequeñas vacilaciones de nuestra “debilidad”. Ellas, en cambio, nos enriquecen y nos estimulan a ese “paso más allá”, a la trascendencia, que es la verdadera liberación.
Ve, pues, directamente a Dios, con total confianza, más allá de esas “condiciones” o “dudas” que suenan por ahí.
Que nuestra plegaria no sea mezquina. Nada más...

Alberto E. Justo


Cuando ores... Cierra la puerta de tu habitación.
         Cierra y atiende. Atiende a lo que aparentemente en este instante no oyes. El día, la noche, nada dicen y tú no dices nada. Están y te envuelven en presencia silenciosa. Aunque giman los espacios con rumores que no deseas. El día y la noche te abrazan en el silencio. Nada dicen y no aguardan palabras ni gestos tuyos. Cuentan con que tu estás ahí y das tiempo, sí, tiempo, a tu corazón presente.
         El Señor te mira y tu mismo le puedes ver, en sus ojos...
         ¿Te sabes contemplado, conocido, amado? Entonces calla, no digas nada. Atiende y abre tu corazón. Él te quiere a ti, no a tus obras ni a las acciones que quieras inventar... Es así.

         Alberto E. Justo




El camino puede parecer arduo y demasiado largo... Es de “aquellas cosas” que no acaban. Por lo menos así lo experimentamos a veces.
         Pero la “mirada honda”, que descubre profundidades cada vez más inauditas, abre espacios insospechados y renueva nuestra búsqueda. Porque nada hay sin profundidad. El paso no se cierra, nuestra perseverancia lo abre. Es preciso insistir y con coraje. El paso está oculto pero abre a un horizonte inmenso.
         Así es la senda de la oración. Obra de Dios y permanente invitación a la perseverancia. Es el mismo camino del silencio: atender, prestar atención a la brisa suave del bosque, al murmullo sereno de una soledad que se transfigura y se brinda hasta cuando hay ruido... No digo “en” el ruido, sino “a pesar del ruido”.
         El Maestro Eckhart nos enseña a no estar “en” las cosas, sino cabe ellas. Y entre nosotros y todas ellas puede haber una distancia infinita que depende de la intención y del “desprendimiento” nuestro.
         Suelta, pues, y deja rumores y sonoridades vanas. Abandona y permanece en tu corazón.

         Alberto E. Justo



La pregunta acerca del lugar donde efectivamente nos encontramos ahora puede reiterarse hasta el infinito, porque no aceptamos circunscripciones cerradas o encierros vanos.
         Es que el “corazón” tiene un domicilio más alto, no determinable ni limitado por las fronteras aparentemente inmediatas. El camino, para cada uno de nosotros, continúa abriéndose y pasa por parajes insospechados que nos dicen algo muy distinto y lejano de las “fatigas” cotidianas del mundo.
         ¿Dónde estamos? Pues... donde queremos estar. Es decir donde tenemos conciencia de hallarnos según nuestro deseo profundo, según nuestros propósitos...
         Por más que “estructuras” e “imposiciones” o el correr de los tiempos, presionen en un sentido o en otro, seguimos allí mismo, donde estuvimos una vez, donde se guarda nuestro secreto, en esa habitación escondida que no conoce confines.
En efecto, en efecto, puedo ir a todas partes y no estar en ninguna...  Y puedo dejar todo lugar y toda parte, si así lo quiero...
¡Adelante, pues, que los parajes a disposición son infinitos!
         “Estar”, en este sentido, es un secreto. ¿Hasta dónde puede llevarnos la “aspiración”? ¿Hasta dónde somos, de hecho, llevados en vuelo insospechado? ¿Llevados?
         Pero, de nuevo, ¿quienes somos? ¿Estamos siempre donde somos?
         Advirtamos enseguida y presto, que la realidad -la nuestra- no depende de ningún “reglamento”, ni ley, ni antojo. El don de Dios es exquisita y delicadamente gratuito...
         Es poco lo que digo y mucho lo que callo.

         Alberto E. Justo



Descubre la vida, el ser y la vida, y hallarás la gloria que no se extingue ni se nubla. La mezquindad no puede descubrirla, no la descubre en ningún caso, ni en el tiempo, ni en lugar alguno...
La educación impartida en tiempos de desolación y decadencia ha dejado al hombre bobo y adolescente, dormido en su propia nada, actuando como un muñeco carente de ánimo, que ni siquiera puede ser movido en orden a cosas mayores...
Pero puedes hallar la "gloria" por sobre la sociedad y el mundo circundante. Los niveles no desaparecen tan abajo. Hay muchos más. Hay planos infinitos hacia arriba y hacia abajo. Si te lo propones, si te decides, escalarás, aunque hoy carezcas de todo.
Levántate ahora, en este momento, en este instante, en el mismo presente. No lo harás dentro de un rato, ni mañana.
"Ahora mismo" es la clave que abre la puerta que oculta el tesoro...
No te quedes ahí no más. Elévate ya; que es lo mismo que: "déjate levantar allí donde el vuelo es más que vuelo y la altura no se mide ni se compara..."
¿Tu escuela? ¿Acaso no vives, acaso no has vivido? ¿Y preguntas por "escuelas"?
Hay alas que no ves ni sientes y que, sin embargo, te llevan... Por eso siempre viajas más allá. Por eso nunca estarás dentro de donde no quieras...

Alberto E. Justo

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