viernes, 10 de agosto de 2012

AMA EL SILENCIO

Muchos buscan con avidez, pero el único
que encuentra es el que permanece
en silencio continuo...
Todo hombre que encuentra sus delicias
en una multitud de palabras, aunque diga
en ellas cosas admirables, está vacío
interiormente. Si amas la verdad, sé
amante del silencio. El silencio, como la
luz del sol, iluminará a Dios en ti y te
librará de los fantasmas de la ignorancia.
El silencio te unirá al mismo Dios.
Ama el silencio por encima de todas las
cosas. Te trae el fruto que la lengua no
alcanza a describir. Al principio tenemos
que forzarnos a guardar silencio.
Que Dios te conceda experimentar ese "algo"
que nace del silencio. Con sólo
practicarlo, como consecuencia de tu
esfuerzo, te inundará una luz
inenarrable... y después de un breve
tiempo, una cierta dulzura nace en el
corazón de este ejercicio y el cuerpo se
siente embebido casi por la fuerza para
permanecer en silencio.
Isaac de Nínive

Pasos de la oración centrante

1. Siéntate relajado y en silencio, únete a tu propia calma y silencio internos. Durante unos minutos escucha la presencia de Dios y ponte en contacto con ella.
2. Tras esos minutos quizás surja una simple palabra o frase breve que exprese tu respuesta a la presencia de Dios. Deja que esta palabra o frase represente la plenitud de Dios en ti. Repítela al ritmo de la respiración si te resulta posible.
3. Centra toda tu atención y deseo en Dios, dejando de lado todas tus habilidades y permitiendo que Dios te introduzca en una oración perfecta de adoración, amor y alabanza. Deja que ocurra. Siempre que te des cuenta de cualquier sentimiento, pensamiento o imagen, vuelve a tu palabra o frase.
4. Al acabar la oración, puedes estar un rato en silencio, sin prisas, y después hacer una oración interior consciente, como por ejemplo el Padrenuestro, diciendo las palabras con lentitud, saboreando las palabras y su significados, metiéndote en ellas.
(Libres para orar, libres para amar. Crecer en oración y compasión. Max Oliva, narcea)

miércoles, 8 de agosto de 2012

¿Depresión o noche oscura?

1. Las experiencias de la noche oscura normalmente no están relacionadas con la pérdida de efectividad en la vida y el trabajo, cosa que sí ocurre en el caso de la depresión.
2. En la noche oscura se mantiene cierto sentido del humor (aunque mermado). En la depresión, no.
3. En la noche oscura aumenta la compasión por los demás mientras que la depresión se caracteriza por el ensimismamiento.
4. En la noche oscura, aunque se experimenta sufrimiento emocional, la gente eventualmente termina aceptándolo. Los depresivos sienten cierta destructividad en relación a su dolor emocional.
5. Los demás no se sienten extrañados o frustrados ante las personas que están viviendo en la noche oscura ya que sitúan su dolor ante Dios. La mayoría de los depresivos no hacen nada ante su dolor y a menudo atosigan a los demás continuamente con sus quejas. Esto hace que los demás se frustren ante los depresivos.
(Artículo de María Edwards).

martes, 7 de agosto de 2012

Situarse en el propio camino espiritual

CONSEJO DE ISAAC DE NÍNIVE

"Esfuérzate por penetrar en la sala de los tesoros de tu interior y te encontrarás en los salones del cielo. Aquélla y éstos son una misma cosa. Una sola entrada permite ver la una y los otros. La escala del cielo está oculta en el interior de tu alma. Salta desde el pecado para bucear en lo más profundo de tu alma y encontrarás una escalera para ascender. El camino hacia Dios es aquí bajada a la propia realidad. El salto para bucear en las profundidades se da desde el trampolín del pecado. Es él precisamente el que me puede lanzar al abandono de los ideales del espíritu forjados por mí mismo y lanzarme a las profundidades del alma. Allí están juntos mi corazón y Dios. Allí está también la escalera para ascender a él".


La espiritualidad desde abajo en las fábulas

"Un muchacho ingenuo, es enviado por su padre a rodar por el mundo para que aprenda algo. Una tras otra regresa tres veces el héroe a casa de su padre y cuando éste le pregunta qué ha aprendido, responde la primera vez: he aprendido a entender qué dicen los perros cuando ladran. La segunda vez responde: he aprendido a entender qué se dicen los pajaritos cuando cantan. Y la tercera vez dice: he aprendido a entender qué dicen las ranas cuando croan.
Ante estas respuestas, el padre se siente profundamente contrariado. Es un hombre que encarna perfectamente los puntos de vista de la racionalidad pura, incapacitado para entender los matices del arte. Y
despide a su hijo. El héroe sale de su casa sin rumbo fijo y llega a un castillo donde se le ocurre pernoctar. Pero al dueño no le quedan habitaciones libres, sólo tiene disponible la torre del castillo y en ella hay unos perros tan feroces que ya han devorado a más de un incauto. El héroe no se arredra. Recoge algo para cenar y entra sin temor en la torre. Los perros comienzan a ladrar furiosos pero él se pone a dialogar serena,  amistosamente con ellos. Nace la calma y los perros le confían enseguida su secreto: ladran con tanta furia porque guardan un tesoro que hay allí escondido. Le guían por el camino del tesoro, le muestran el lugar y hasta le ayudan a desenterrarlo".

El camino hacia mi tesoro pasa también por el diálogo con los perros furiosos, es decir, el diálogo con mis pasiones, mis problemas, miedos y heridas, con todo lo que ladra dentro de mí y amenaza con tragarse mis energías.

Una espiritualidad desde arriba empezaría por encerrar los perros en la torre y se haría construir al lado un bonito chalet de ideas. Pero siempre habría que vivir allí preocupados ante la posibilidad de que un día los perros pudieran escaparse y devorar al primero que se encontraran por delante. Habría que vivir además en angustia permanente ante la posibilidad de emboscadas de las diversas concupiscencias, ante las tentaciones, constante espiritual en la vida de las personas piadosas. Y sobre todo, quedaría uno aislado de la vida. Todo lo que se reprime o se aparca queda restado de la vitalidad. Los furiosos perros ladradores están plenos de vitalidad. Si los encerramos quedamos privados de su energía, necesaria para llegar a dios y al encuentro con nosotros mismos.

La torre es un símbolo de maduración humana; la torre hunde sus cimientos en la tierra y se eleva al cielo. Si por un elevado idealismo encerramos y atamos los perros ladradores, nos condenamos a vivir en tensión permanente por miedo a que un día se suelten y salgan. Muchas veces, huímos de nosotros mismos, nos da pánico mirarnos al interior por miedo de ver allí un peligroso perro. Pero cuanto más encadenemos los perros más furiosos se vuelven. Se trata, por tanto, de armarse de valor y penetrar en la torre y allí, en paz, dialogar confiadamente con ellos. Pronto nos descubrirán el secreto del tesoro que guardan. Ese tesoro puede ser un nuevo impulso de vida, un nuevo estilo de autenticidad personal, la nueva manera de ser yo mismo hasta completar la imagen que Dios se ha formado de mí.


Deberíamos empezar por dejarnos orientar por los ladridos de los perros de la torre, seguirlos hasta el fondo y allí dejar que ellos mismos nos señalen el lugar exacto en que está enterrado el tesoro. Los salvajes perros, lejos de hacernos daño, dejarán de ladrar y ellos mismos nos ayudarán a desenterrarlo. 
(UNA ESPIRITUALIDAD DESDE ABAJO. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona, 4ªedición. Anselm Grün y Meinrad Dufner. Agape libros)