martes, 5 de enero de 2021

No te hagas daño a ti mismo (Anselm Grün)

 El camino místico como camino de libertad

El camino místico no cura nuestras heridas, sino que nos conduce a un lugar que trasciende nuestras heridas, al espacio interior de nuestra alma, que no puede ser herido. Y al descubrir en este camino nuestro yo invulnerable, somos verdaderamente libres.

No se trata de una retirada a la pura interioridad, sino de una nueva forma de relacionarse con el mundo exterior, de preservar la libertad interior en cada encuentro con los hombres y las cosas, y desde esta libertad comprometerme apasionadamente con este mundo.

Las heridas no asimiladas nos condenan a herirnos a nosotros mismos o a herir a los demás.


UN CAMINO IMPORTANTE hacia la libertad interior consiste en conseguir unas ideas exactas de las cosas que a menudo son distintas de las ideas que dirigen nuestras acciones y las falsean, y también de las ideas que rigen a nuestro alrededor.

El que ha edificado su casa interior sobre Cristo que es la piedra, no puede verse afectado por ninguna herida.

No hay nadie en la tierra que sea capaz de herir a quien es sensato y está alerta en el Señor.

El que ve la realidad correctamente, el que ordena correctamente la relación de las cosas a sí mismo, es alguien que ya no se hiere a sí mismo y por tanto alguien a quien las demás cosas ya no pueden herirle.

Es tan importante que escuchemos nuestros sentimientos, que prestemos oído a los impulsos de nuestro corazón. Entonces nos habla el Espíritu Santo.

La confianza en Dios nos introduce de una vez en el círculo interior a donde las pasiones no pueden llegar, nos permite ver correctamente las cosas. Si tengo en Dios mi apoyo, ya no necesito tenerlo en ninguna posesión externa, ya no tengo por qué aferrarme ni a los hombres ni a las costumbres con las que me he criado.

Conformarse con lo que Dios nos da, con los retos que nos plantea, con lo que nos pide. Esto nos libera de los hombres que creen que pueden mandar sobre nosotros.

La rodilla doblada y las manos vacías tendidas hacia delante son las dos gestos originarios del hombre libre (Alfred Delp sj) Adoración y amor

Cuando un padre desprecia o pone constantemente en ridículo a su hijo. Se trata de una herida profunda de la que el niño no se puede defender.

Liberación de los viejos modelos de vida (l Pedro 1,18)

El primer paso es conocerlos
El segundo paso sería reconciliarse con el modelo.

El encuentro con Cristo debe llevarnos a una conducta que responda a lo que somos.

Su madre siempre tenía razón. Los fallos eran siempre un reflejo de la maldad o de la pereza de su hija. Este modelo se instala en el inconsciente y determina la conducta. El encuentro con Cristo significa también liberarse de los falsos modelos. Este texto ayuda a penetrar las conductas insensatas heredadas de los padres.

....tenía que poner todo su empeño en que su madre estuviera contenta para que no se pusiera nerviosa y no se enfadara seriamente.

Tienes que despojarte de tu ser tuyo y derretirte en su ser suyo (Wilber 372)

Entonces cesan las quejas lastimeras sobre mi inferioridad. Mi persona es tan importante que Dios se me aparece en su amor. Ya no hay nada en mí que no haya sido tocado por la gracia de Dios.

2Pe 1,19 El autor enumera una serie de virtudes que todo aquel que ha sido tan agraciado por Dios debiera realizar con el máximo celo, para que la naturaleza divina de los cristianos resplandezca a los ojos del mundo "como una lámpara que brilla en la oscuridad".

El que cree puede vivir de otro modo, más consciente y dotado de una nueva energía. No vive desde sí mismo, sino desde la fuente divina que mana en él y jamás se agota, de la fuerza divina que jamás de debilita.

El hombre piadoso, es decir el que teme a Dios, tiene su sitio en Dios. Edifica su casa sobre roca. Quien ha encontrado su sitio en el Señor, no gira alrededor de sí mismo sino que es libre para amar a sus hermanos y hermanas.

La vitalidad, la fecundidad y la vida, desde el fundamento divino son pues los criterios para una sana espiritualidad cristiana.

Para la segunda Carta de Pedro, la vida es el conocimiento de que por Cristo hemos sido hechos partícipes de la naturaleza divina, de que Dios es el fundamento auténtico de nuestro ser, de que todo nuestro ser está penetrado por Dios.

Penetrados por la naturaleza divina viviremos como corresponde a nuestro auténtico ser.

"El que permanece en la interioridad como debe, ese está bien en todos los lugares y con todas las personas. Pero el que no está bien, no está bien en ningún sitio y con ninguna persona. Ahora bien, está bien interiormente el que tiene realmente a Dios en sí mismo. El que tiene a Dios en la verdad, le tiene también en todos los lugares, le tiene en la calle y en toda la genta tan bien como en la iglesia, o en el desierto o en la celda, y todo lo que hace no lo hace tanto él como Dios que está en él "(Eckhart)