La palabra corazón se presta hoy a muchas acepciones:
- Hablamos de las "revistas del corazón".
- Nos referimos a la indiferencia de una persona diciendo "no tiene corazón".
- Evocamos el corazón para referirnos a una situación de sufrimiento: tener el corazón partío (A. Sanz)
- Lo utilizamos para indicar también una situación de conflicto "Tengo el corazón dividido".
- También hablamos de él cuando no estamos apegados a alguien: "tener el corazón libre".
- Repetimos algunas frases bíblicas como dichos: "de lo que abunda el corazón habla la boca" (Lc 6, 45)
- Lo evocamos como lugar del sentimiento, y así decimos por ejemplo: "ojos que no ven, corazón que no siente".
- Definimos a una persona en sus actitudes (conductas): "Tiene muy buen corazón",
- Anhelamos que nos pongan "como sello en el corazón" de aquel de quien nos enamoramos (Cant 8,6)
1. EL CORAZÓN
En la Biblia, la palabra "corazón" aparece 872 veces.
Para la tradición bíblica, el corazón es el que regula las acciones. En él se asienta la vida psíquica de la persona, al igual que la vida afectiva, y a él se le atribuyen la alegría, la tristeza, el valor, el desánnimo, la emoción, el odiio...
Pero es también, en segundo lugar, el asiento de la vida intelectual; es decir, el corazón es inteligente (¡no la cabeza!), dispone de ideas, puede ser necio y perezoso, ciego y obcecado.
Y, en tercer lugar, el corazón es también el centro de la vida moral, del discernimiento de lo bueno y lo malo.
En efecto, en la Biblia, el corazón es concebido como mucho más que la sede de los afectos. Contiene también los recuerdos y los pensamientos, los proyectos y las decisiones. Se puede tener anchura de corazón (visión amplia, inteligente) o también un corazón endurecido y poco atento a las necesidades de los demás.
En el corazón, la persona dialoga consigo misma y asume sus responsabilidades. El corazón es, en el fondo, la fuente de la personalidad consciente, inteligente y libre, la fuente de sus elecciones decisivas, de la ley no escrita; con él se comprende, se proyecta (prov 19,21) En él se guarda sigilosamente la intimidad ajena (Lc 2, 19).
En las relaciones entre las personas es importante la actitud interior, sí; pero, normalmente, el exterior de una persona manifiesta lo que hay en el corazón. Por eso dice la Escritura: "de la abundancia del corazón habla la boca". (Mt 12,34)
El corazón, para los semitas y los egipcios, es, sobre todo, la sede del pensamiento, de la vida intelectual, de modo que "hombre de corazón" significa sabio, prudente, mientras que "carecer de corazón" es lo mismo que estar privado de inteligencia, es decir, ser tonto.
2. EN LAS MANOS
La expresión de Camilo de "poner más corazón en las manos" podría significar entonces impregnar nuestras relaciones, los cuidados que nos prestamos unos a otros (a los niños, a los compañeros, a los ancianos, a los que viven el final de la vida, a los familiares, a los vecinos...), de la sabiduría del corazón, de su inteligencia, de su afecto y de la ternura que son propios de la misericordia cuando se actúa con libertad y responsabilidad.
Como educadores en la familia, como responsables unos de otros, como vecinos, como profesionales de lo que seamos... sabemos que nos adherimos con más facilidad al bien cuando hemos sido "seducidos" por la autoridad del corazón de quien nos quiere decir algo o prestar un servicio.
Por el contrario, si uno es cuidado o atendido por otro al que percibe frío, distante, "sin corazón", este pierde la autoridad en todo.
3. CORDIALIDAD COMO TERNURA Y MISERICORDIA PARA HOY
Hay quien dice que la distancia más grande que hay en el mundo es la que existe entre la cabeza y el corazón.
Sí, algunos piensan que la afabilidad y la suavidad, la afectividad claramente manifestada, el interés por las personas y su mundo interior serían propios de personas poco intelectuales y serias.
Parecería que es "poco profesional" ser afectuoso. Sin embargo, no faltan quienes, en el campo de la medicina por ejemplo, están reclamando la complementariedad de la medicina basada en la evidencia y la medicina basada en la afectividad, tan necesaria para humanizar hoy la salud.
Y es que podríamos decir que lo que sostiene a la humanidad no es otra cosa que el corazón, el corazón interesado por el otro, particularmente por el otro vulnerable; el corazón "apasionado" por las historias que nos incumben (Lc 24,32).
Un buen reto para hoy es formarse en inteligencia emocional. Se refiere a esta formación la encíclica Deus Caritas Est nº35, hablando de la "formación del corazón". Cultivar esta inteligencia, que complementa a la inteligencia racional, puede contribuir a nuestra felicidad y también a dotar a nuestras relaciones de la cordialidad con la que se construye un mundo más humano, más fácilmente que con la rigidez de la inteligencia racional. "Con miel y no con hiel".
4. HUMANIZAR NUESTRAS RELACIONES
La propuesta de Camilo de "poner más corazón en las manos", que yo haría más extensivo a "poner más corazón en la mente", en el modo de pensar, así como en el modo de actuar, es una propuesta de humanización.
El fundamento de la humanización es precisamente introducir en la vida la sabiduría del corazón.
Es cierto que a veces, más que personas y grupos caracterizados por gran humanidad y misericordia, por tener un gran corazón, también los cristianos somos descritos como personas frías, rígidas, llenas de normas y tradiciones arcaicas, difíciles para las relaciones simétricas, autoritarias, dogmáticas, poco abiertas al diálogo y a los cambios.
Poner "más corazón en las manos", significa, que allí donde haya una persona que sufre, haya otra que se preocupe de él con todo el corazón, con toda la mente y con todo su ser (Mt 22,37).
El deseo de Camilo, expresado en "más corazón en las manos" podría ser un lema para la humanidad. Pero para lo concreto: para describir cómo cambiamos los pañales, cómo hablamos con el enfermo de alzhéimer, cómo discutimos en casa, cómo compartimos nuestros bienes, cómo trabajamos o somos voluntarios.
La propuesta de Camilo es hacerlo no con un corazón endurecido, tembloroso, engreído, airado, desmayado, desanimado, desfallecido, torcido, perverso, seco, terco, negligente, amargado, triste, envidioso... como también es descrito el corazón, si recorremos la Sagrada Escritura, llegándose a hablar incluso de la capacidad de vivir "con el corazón muerto en el pecho y cómo una piedra".
Queremos promover una cultura en la que en las manos y en la mente de los hombres y de las mujeres haya un corazón apasionado, capaz de discernir el bien, genuinamente recto; un corazón dilatado por la creatividad de la caridad; un corazón reflexivo y meditativo, capaz de guardar la intimidad ajena y custodiarla con respeto; un corazón que haya sentir su latido y su estremecimiento ante el sufrimiento ajenno; un corazón inteligente donde se discierne la voluntad de Dios; un corazón herido, también, a la vez que sanador; un corazón firme y vigilante, en el que se fraguan los mejores planes y donde se cultiva la mansedumbre; un corazón inteligente y tierno, como lo sería el de "una madre que tuviera que cuidar a su único hijo enfermo".
Ojalá nuestra vida, que siempre tiene que crecer en sabiduría y en humanidad, fuera una creativa escuela del corazón. Que a la sombre de nuestro testimonio, a la luz de nuestro rostro, al amparo de nuestros quehaceres, muchas personas se preguntarán de qué estamos habitados, de qué está hecho nuestro corazón para ser capaces de sorprender con tanta ternura, bondad y, por tanto, inteligencia. Porque donde está nuestro tesoro, estará también nuestro corazón (Mt 6,21)
"Más corazón en las manos" es una hermosa expresión de la misericordia.
Ojalá los medios de comunicación transmitieran como tópico que un religioso o religiosa, un eclesiástico, un cristiano, es, ante todo, una persona entrañablemente tierna, particularmente para con los más necesitados. (José Carlos Bermejo) "Más corazón en las manos" Sal Terrae 2016
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