jueves, 26 de abril de 2012

VIVIR LA CONVERSIÓN COMO VIDA

Convertir es un verbo de dominio, de acción transformadora sobre las cosas. "Convertir-se" es un verbo de regalo, de donación, de vida humana transformándose en su propio núcleo. Convertirse es entrar en la caja de caudales de nuestros tesoros (valores por los que vivimos), vaciarla de lo que no es valor, sino su máscara, y abrirla a Quien se dice, y es, la Vida, valor absoluto. En definitiva es atreverse a morir por atreverse a vivir. El amor, que es la vida eterna (Jn 17,3), la que no puede morir, se va abriendo paso entre aquellas "muertes" que acaban, como la de Jesús, siendo "gloriosas". La conversión se identifica así con nuestro presente proceso pascual. (La alegría de la conversión- Ignacio Iglesias sj)

domingo, 15 de abril de 2012

LA MISERICORDIA COMO ÚNICO APOYO

El hombre libre, el cristiano espiritualmente "maduro" -es decir; el que realmente se ha convertido en "hijo de Dios"- es aquel que ha experimentado su auténtica nada, su absoluta miseria; el que ha quedado "reducido a nada", pero en ese abismo ha acabado descubriendo una ternura inefable, el amor plenamente incondicional de Dios. Desde ese momento no tiene más que un solo apoyo y una única esperanza: la ilimitada misericordia del Padre; ésta es su total seguridad. Lo espera todo de esta misericordia, y sólo de ella, y no de algún recurso personal o de la ayuda de los demás. En él se ha realizado las palabras que Dios dirige a Israel por boca del profeta Sofonías: "Dejaré en medio de ti como resto un pueblo humilde y modesto, que esperará en el nombre de Yavé. El resto de Israel no hará iniquidad" (Sof 3, 12-13). Se esfuerza generosamente por hacer el bien y acoge con alegría y gratitud el que le procura el prójimo, pero con inmensa libertad, porque su sostén está más allá: sólo en Dios. Sus debilidades no lo inquietan, ni se enfada con los demás porque no siempre correspondan a lo que espera de ellos. Su apoyo en Dios lo mantiene protegido de cualquier contratiempo y le concede una gran libertad interior que pone enteramente al servicio de Dios y de sus hermanos, con la alegría de corresponder con amor al amor. (La libertad interior - Jacques Philippe)