jueves, 2 de mayo de 2024

El secreto de la serenidad (Joel Guibert- San Pablo, ed.2022)

 
1."Ten siempre cerca de ti algún libro de devoción y cada día lee un fragmento, con gran devoción, como si leyeses cartas enviadas a ti por los santos, desde el cielo, para enseñarte el camino y alentarte a llegar a él" . (sermones)

"No hay más diferencia entre el Evangelio escrito y la vida de los santos que entre una nota musical escrita y otra entonada" (Cartas).

Alimentémonos de la vida y las enseñanzas de los santos, ellos tienen una gracia particular para encarnar el Evangelio, para hacer concreto el camino que lleva a la entrega total de uno mismo.

2. Dejarse sorprender por la forma de actuar de la Providencia

La persona que toma en serio el dogma de la Providencia y, sobre todo, que la adopta en el corazón de su cotidianidad, observará cómo su vida, poco a poco se transforma.

La persona dejará de apoyarse en las incertidumbres de la vida y se irá instalando poco a poco en una actitud de acogida apacible de lo que le acontece, porque todo, absolutamente todo, es querido o permitido por el "buen Dios".

Para enraizarse en esta acogida del Plan de la Providencia es necesaria la ductilidad del corazón. Porque con la Providencia hay que prepararse para ciertas "sorpresas" pues "mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos".

3. Para entender la Providencia, no tratar de comprenderlo todo.

Al mantenernos en una cierta oscuridad, Dios quiere también instalarnos en una confianza aún mayor, que consiente no exigir un motivo claro a todo lo que nos ocurre: "No permitamos jamás que nuestros espíritus anden revoloteando, por curiosidad, en torno de los juicios divinos; porque, como mariposillas, veremos quemadas nuestras alas y pereceremos en este fuego sagrado" (Tratado del amor de Dios).

En otros momentos Dios puede permitir esa espesa bruma para curarnos de nuestra manía de querer siempre tomar las cosas por nuestra mano. "Simplemente, toma todas esas cosas de la mano de Dios" (Cartas).

4. "Fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús" (Hechos 12,2). Camina firmemente por este camino en el que la Providencia... te ha puesto, sin mirar ni a derecha ni a izquierda; es el camino de la perfección para ti". (cartas) pag 65.

5. La indiferencia

La persona se vuelve indiferente al cuándo y al cómo del plan de amor que Dios tiene para ella.  "Jesús que sea cuando tú quieras" , "que sea cómo tú quieras". Esta indiferencia espiritual está en los fundamentos de los ejercicios de San Ignacio de Loyola, cuya clave radica en "disponer el alma para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y después de quitadas buscar y hallar la voluntad divina.

6. El abandono divinizado

Podemos preguntarnos si el "nuevo Pentecostés" evocado e invocado por numerosos místicos contemporáneos perfectamente fidedignos, no consiste acaso en un don superabundante del Espíritu que permite a los hombres vivir más directamente "enramados" en la voluntad de Dios. 

7. Dejarse alcanzar por la voluntad de Dios

Etapa determinante que consiste en "bascular" hacia la voluntad de Dios. Es importante identificar las condiciones que permiten entrar en la unión de voluntades y, una vez instalados en ese nuevo estilo de vida, descubrir las sutiles trampas que quieren sacarnos de allí. 

"Lo comprendo rápido, pero necesito largas explicaciones" , expresión que Francisco de Sales lo aplica para asimilar las leyes de la vida espiritual. Hay 4 creencias que hemos de conservar cuidadosamente en nuestro equipaje: 

1ª . No tenemos que cambiar de vocación para entrar en la conformación de la voluntad, secreto de la serenidad.

2ª. La Providencia divina no puede querer más que nuestro bien, sean cuales sean las cosas que nos sucedan.

3ª. Lo importante es decir sí a esa voluntad de Dios que se manifiesta aquí y ahora.

4ª. Esta acogida serena de la voluntad de Dios se manifiesta en el momento presente, se nos ofrece como un camino de infancia repleto de grandes beneficios.

Su enseñanza articula perfectamente las nociones de mérito, gratuidad y abandono. El equilibrio del pensamiento de Francisco de Sales, lo observamos a través de estas sencillas palabras: "Quien ha soltado su mano paterna no da un solo paso sin tropezar y chocar con la nariz contra el suelo. su bondad quiere guiarnos y sostenernos, pero también quiere que demos nuestros pequeños pasos, para ayudados por su gracia, hacer lo que podamos por nuestra parte". (pag 111)

8. Señalizaciones en el camino

Si se presenta un imprevisto o un conflicto, nos veremos proyectados a imaginar un después tenebroso y duro. Rechazar enseguida estas proyecciones imaginarias, resituémonos enseguida en la órbita de lo real, el aquí, el ahora y, nuevamente, dispongámonos a aceptarlo todo en Jesús (pag 139).

9. Ascesis de nuestra propia voluntad

a) Luchar contra los apetitos desordenados de nuestra propia voluntad

b) Evitar los deseos ávidos: "No te apresures en tu cometido... atender al trabajo ordenadamente, (introducción a la vida devota, 1,10)

c) NO PEDIR NADA Y NO REHUSAR NADA

10. Pasar de un "sí quiero" a un "me dejo hacer". Al principio trataremos de encontrar métodos para hacer oración. No hay que rechazar esta necesidad, pero, con la experiencia adquirida en la oración, en algún momento querremos superar los métodos y aprender a dejarnos hacer por Dios: "El gran método de la oración _enseña Santa Juana de Chantal_ es que no existe; cuando el Espíritu Santo ha llegado a ser dueño de la persona que medita hace de ella lo que Él quiere, sin que para ello existan reglas o métodos. Es necesario que el alma esté entre las manos de Dios como la arcilla en manos del alfarero". (pag 183).


Cuando se dan las condiciones propicias, con ayuda de la experiencia, es hora de pasar a la llamada oración de "simplicidad" o "descanso". 

"Sí -dice Sta Juana de Chantal- al ir a la oración pudiéramos estar capacitados para recibir el Espíritu de Dios, esto bastaría como todo método; la oración ha de hacerse por gracia, no por artificio". 

pag. 199, "Me parece que no debo pensar nada, ni desear nada, ni pretender nada más que lo que Nuestro Señor me haga pensar, desear y querer". (Santa Juana de Chantal)