Hasta hace muy poco, la seguridad y fortaleza de un
asentamiento humano consistían en tener asegurada el agua en caso de asedio, de
tal forma que, por mucho que durara el cerco del enemigo, no hubiera, por causa
de la sed o por peligro de envenenamiento de las fuentes, necesidad de
entregarse. Para resistir era condición mantener el manantial a salvo o, si no,
haberse procurado suficiente reserva de agua en los aljibes.
La
imagen del agua secreta en las cisternas o en pozos y fuentes dentro de la
ciudad amurallada me hace comprender lo que significa la alianza del agua y
del Espíritu. Gracias a ella recibimos la vida y la mantenemos liberada de la
esclavitud del enemigo. Es la experiencia de la seguridad interior. La
fortaleza de ánimo es muestra de confianza por la garantía del agua suficiente
aunque se prolongue el combate y el acoso.
El
Espíritu mora dentro de nosotros, es la riqueza del agua dentro de la ciudad
amurallada, satisface la necesidad vital en la sed y prolonga la capacidad de resistencia para
asombro de quienes no han encontrado en este acompañamiento el secreto de la
fortaleza. Hay que pasar por la estrechura para descubrir la amplitud interior,
libertad inigualable por la relación secreta con el Amigo del alma que brota a
raudales, como fuente, en la hondura del propio ser y se convierte en fuerza
indescriptible e inexplicable para los de fuera. Te ven sonriente, ágil, sereno
en circunstancias paradógicas y hasta objetivamente contrarias al deseo y, sin
embargo, paciente, amable, luchador, capaz de emprender nuevos caminos. Ignoran
que la razón no es ascética. Es fuerza recibida, ánimo estable, paz de la
conciencia, obediencia intuitiva, agua secreta, regalo del Espíritu, amor
íntimo. (Ángel Moreno de Buenafuente).