domingo, 14 de septiembre de 2014

Tú eres mi fortaleza

Hasta hace muy poco, la seguridad y fortaleza de un asentamiento humano consistían en tener asegurada el agua en caso de asedio, de tal forma que, por mucho que durara el cerco del enemigo, no hubiera, por causa de la sed o por peligro de envenenamiento de las fuentes, necesidad de entregarse. Para resistir era condición mantener el manantial a salvo o, si no, haberse procurado suficiente reserva de agua en los aljibes.


            La imagen del agua secreta en las cisternas o en pozos y fuentes dentro de la ciudad amurallada me hace comprender lo que significa la alianza del agua y del Espíritu. Gracias a ella recibimos la vida y la mantenemos liberada de la esclavitud del enemigo. Es la experiencia de la seguridad interior. La fortaleza de ánimo es muestra de confianza por la garantía del agua suficiente aunque se prolongue el combate y el acoso.

            El Espíritu mora dentro de nosotros, es la riqueza del agua dentro de la ciudad amurallada, satisface la necesidad vital en la sed  y prolonga la capacidad de resistencia para asombro de quienes no han encontrado en este acompañamiento el secreto de la fortaleza. Hay que pasar por la estrechura para descubrir la amplitud interior, libertad inigualable por la relación secreta con el Amigo del alma que brota a raudales, como fuente, en la hondura del propio ser y se convierte en fuerza indescriptible e inexplicable para los de fuera. Te ven sonriente, ágil, sereno en circunstancias paradógicas y hasta objetivamente contrarias al deseo y, sin embargo, paciente, amable, luchador, capaz de emprender nuevos caminos. Ignoran que la razón no es ascética. Es fuerza recibida, ánimo estable, paz de la conciencia, obediencia intuitiva, agua secreta, regalo del Espíritu, amor íntimo.  (Ángel Moreno de Buenafuente).