martes, 25 de junio de 2024

No hay que forzar el silencio

" No fuerces el silencio; llegará de forma natural cuando el alma quede
impregnada del Espíritu en una unidad. 
Entonces, de manera natural, cesará la repetición de la plegaria y te
mantendrás en la simple presencia silenciosa.
No quieras, por orgullo, llegar a lo más alto y permanece tranquilamente ahí
donde Dios te ha puesto y donde puedas sentir su presencia. En estos
tiempos es una pena que muchas personas con gran capacidad y vocación de
interioridad, por querer llegar directamente al último peldaño de la unión
mística.... ni siquiera alcancen el primero de paz interior. El silencio forzado
será un silencio "vacuo", desprovisto de gracia, y que no tiene ningún sentido
espiritual. Con frecuencia, incluso, se convierte en algo angustioso. Eso en
vez de acercarte al Cielo, te deja a las puertas del Infierno. El silencio en sí
mismo no es el objetivo, sino la presencia de Dios. La presencia de Dios
viene acompañada de silencio, pero el silencio no siempre es acompañado por
la presencia de Dios.
 La palabra caerá como una fruta madura cuando aparezca lo que ella
invoca. Entonces reposa y descansa en ese Santo Silencio, en esa Santa
Presencia. Cuando veas que ese perfume desaparece, 
cuando veas que vuelve a inquietud o la sequedad, 

entonces vuelve a la palabra hasta que el fuego
se avive de nuevo. Una y mil veces.
 Por otra parte no debes forzar la oración verbal, la palabra, cuando
veas que el silencio te ha tomado o esté llamando a tu puerta. En esos
momentos, incluso la palabra que te elevaba puede convertirse en un
estorbo y hacerte descender de esa «ligereza plena». No tengas miedo al
silencio. La simple presencia, o el simple aliento son oración cuando están
impregnados de Gracia".

(Ermitaño anónimo)

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