sábado, 13 de julio de 2013

Invitación a amar (Thomas Keating)

El lenguaje que emplea la psicología es un vehículo esencial en esta era para explicar la sanación inconsciente que sucede en el curso de las noches oscuras que menciona san Juan de la Cruz.

Una práctica regular de la oración contemplativa inicia el proceso de sanación que podría denominarse la “terapia divina

1. La oración contemplativa está dirigida a la condición humana en el punto donde esta se encuentra; cura las heridas emotivas de toda una vida; y permite experimentar en este mundo la transformación en Cristo a la cual nos invitan los evangelios.

2. Dios sale en busca de nuestra basura acumulada con algo parecido a un compresor, con el cual taladra y atraviesa nuestros mecanismos de defensa y excava, dejando al descubierto lo más recóndito del alma, en donde se ocultan las partes más inaceptables de nuestra persona. Podemos llegar a pensar que es el final de
nuestra relación con el mismo Dios. Hará falta desocupar y dejar sanar muchas áreas antes de poder responder a las sublimes comunicaciones de Dios.

3. Al comenzar la difícil tarea de descubrir nuestras propias motivaciones subconscientes, veremos que nuestras emociones pueden ser nuestros mejores aliados.Nuestras emociones son grabaciones fidedignas de lo que sucede dentro de nosotros; por lo tanto son la clave para averiguar cuales son en realidad nuestros programas emotivos de felicidad.Todo lo que nosotros tenemos que hacer es abrir nuestra mente y nuestro corazón y soltar lo que tengamos que soltar. Podemos aprender a identificar nuestros programas emotivos de felicidad por las emociones aflictivas que generan.

4. La condición humana.

5. La consciencia de la asociación mítica. Cada uno de nosotros tiene su propia noción de cual es la forma adecuada en que deben comportarse un esposo, una esposa, un padre, una madre, un empleado, y un jefe, y de cómo ser un miembro perfecto de la comunidad religiosa o parroquial. Estas ideas preconcebidas nos obligan a hacer las cosas en una forma determinada. Eso es lo que quiero decir cuando hablo de la exagerada identificación con el grupo. Las ideas que nosotros mismos hemos inventado y la escala de valores que llevamos impregnada, son obstáculos a la gracia santificante. La oración contemplativa, que aumenta nuestra libertad interior, nos capacita para re evaluar todo a la luz de las enseñanzas de los evangelios.
La culpabilidad verdadera es la que se siente cuando se ha actuado contra la propia consciencia; o sea, cuando has cometido un acto que va contra de lo que tú cree es correcto. El sentimiento de culpa te advierte que no estás actuando de acuerdo a tus principios. Apenas te arrepientes de tu falta y le pides a Dios que te perdone, debes olvidarte de ella. Cualquier sentimiento de culpa que dure más de medio minuto es neurótico. Cuando la culpabilidad es prolongada, infiltrante y paralizante, es una demostración de que el superego está actuando y que se está juzgando de acuerdo a las emociones, no de acuerdo a la conciencia.

6. La consciencia mental egoica. El nivel mental egoíco es el nivel en que se revela a plenitud la responsabilidad moral por nuestro comportamiento y por nuestras relaciones personales. Es el nivel de consciencia auténtica; es la capacidad de hacer distinciones en forma correcta y no caprichosa, entre el bien y el mal. De ahí que el pecado personal se convierte en algo mucho más serio. Básicamente el pecado personal es la ratificación de los programas emotivos de felicidad y los valores de nuestra sociedad cuando estos ignoran tanto los derechos y necesidades de los demás como nuestro propio bien.
Las disposiciones propias del nivel mental egoíco reflejan un sentimiento cada vez mayor de igualdad con los demás seres humanos, responsabilidad por el cuidado y preservación de la tierra con sus recursos orgánicos e inorgánicos, y una relación con Dios de más madurez. El respeto por los demás trae consigo la disminución del deseo de dominar y controlar.
Se reemplaza el espíritu de competencia por un espíritu de cooperación, la escala de valores rígida por armonía, y los intereses que exclusivamente benefician a la persona o nación interesada, por negociaciones y tratados. El vivir en paz adquiere más valor, aunque no a cualquier precio. Cuando se gana acceso al nivel mental egoíco a plenitud, se ha traspasado el umbral de la gran aventura que es recuperar y desarrollar una unión con Dios.
En esta aventura el crecimiento adicional humano comienza con el nivel intuitivo de consciencia. Las buenas disposiciones de ánimo plantadas en el período mental egoíca comienzan a florecer. Echa raíces la sensación de ser parte del universo y de estar unidos unos a otros. Más allá de respetar a los demás, se defienden los derechos humanos y brota la compasión por sus necesidades. Aumenta la actividad del cerebro intuitivo; se presentan con más frecuencia revelaciones, consuelos espirituales y dones sobrenaturales.





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