sábado, 25 de febrero de 2012

EL DISCERNIMIENTO

Para el discernimiento necesitamos una visión objetiva de nosotros mismos y de nuestros sentimientos. Mientras vivimos envueltos en nuestro odio, vanidad, impureza, miedo o apetencias no podemos estar serenos ni dispuestos para seguir la llamada del Espíritu de amor. ¿Cómo entonces podemos conseguir esta objetividad y libertad interior?
El medio principal es la oración y la reflexión sobre el sentido de la vida, ahondando nuestra experiencia interior y adentrándonos en un nuevo nivel de conciencia, donde el deseo y el apego ya no tiranizan nuestras vidas. Pero es también útil escribir un diario, hacer un boceto, pintar o entregarse a cualquier arte creativa. Todo esto tiene el efecto de objetivar nuestros pensamientos y sentimientos, y de liberarnos de su dominio. Todo esto es bueno. Pero cuando ya se ha dicho y hecho todo, creo que no hay sustituto para la apertura de la propia alma a otro; a alguien que acepta, que ama, que escucha, que no juzga, que refleja sobre mí lo que está en mi mente y corazón, que me ayuda a reconocer la voz del Espíritu en mi vida.
Esto es la dirección espiritual. Se diferencia del asesoramiento en que es una experiencia religiosa vivida entre dos personas. Es decir, es la experiencia de dos personas que aman sin reserva ni límites y que se encuentran en el nivel de la vida psíquica en el que mora el Espíritu de Dios. Esta experiencia religiosa existe en una auténtica relación entre maestro y discípulo. Y existe en su forma dolorosa, si bien amorosa, cuando el maestro provoca a su discípulo a la autocomprensión. Pero ordinariamente no hace esto. Acepta; escucha, ama; comparte. A veces no dice nada; entonces hay un lazo de silencio que une más hondamente que las palabras y comunica sabiduría inmensa. El maestro da y recibe el Espíritu Santo, pues es una senda de doble dirección, un mutuo dar y recibir.
Tal relación puede llegar a ser sumamente profunda y a evolucionar hacia una amistad mística. Pues puede llegar el momento en que el maestro advierte que ya no es maestro. Debe hacer suyas las palabras de aquel que dijo: "Ya no os llamo siervos...; os llamo amigos, porque os he comunicado todo lo que he oído a mi Padre" (Jn 15, 15). Así se llega a una relación de igualdad, de mutua inhabitación y de inhabitación común en Dios. (pag 191, el ojo interior del amor)

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