miércoles, 25 de agosto de 2010

Hacia la Tierra Prometida



Quiere Dios que la seguridad de un esclavo quede abandonada y reemplazada por la inseguridad del que aspira a la libertad.

Una vez que somos conscientes de nuestra esclavitud, una vez que hemos pasado de la lamentación y la miseria al arrepentimiento y pobreza de espíritu, oímos las palabras de las siguientes bienaventuranzas: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”, “Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra”. Este llanto provocado por el descubrimiento del Reino, por nuestra propia culpabilidad, y por la tragedia de la esclavitud, es más amargo que el llanto experimentado por un mero esclavo. El esclavo se queja de sus condiciones de vida material; en cambio el que llora según el espíritu de la Bienaventuranza, es un hombre bendecido por Dios. (pag. 34, 35, 36)
Escritos de Mons. Anthony Bloom

No hay comentarios: