Dos caminos se separaban en un bosque dorado,
y con la pena de poder recorrer ambos,
permanecí indeciso mucho tiempo,
mirando fijamente a uno de ellos
hasta donde se perdía en la espesura.
Entonces tomé el otro, igualmente bello,
y que acaso resultaba más atractivo
por estar cubierto de hierba sin hollar,
aunque, en lo que respecta a los pasos,
los dos estaban casi igual
y se mostraban aquella mañana
sin una huella que ensuciase la hojarasca.
Seguí el primero un día y otro día,
y aun sabiendo que un camino lleva a otro,
dudé alguna vez sin volverme atrás.
Desde aquel momento digo siempre,
con un suspiro hondísimo:
Dos caminos se separaban en un bosque, y yo
preferí el menos frecuentado.
Y eso es todo.
Robert Frost (Intérvalos de montaña)
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