martes, 1 de mayo de 2012

La alegría de la conversión

La gran fuerza autodestructora del ser humano, su egoísmo (su idolatría), es la fuerza más profundamente degradante de la sociedad humana como tal. Sólo el amor podrá regenerar a ambos, individuo y sociedad. Descomprimir de nuestros egoísmos toda nuestra capacidad de amar y ponerla en ejercicio y en servicio permanente es nuestra mayor responsabilidad personal a la hora de colaborar con Dios -que no es ni puede ser otra cosa que Amor (1Jn 4,8.16)- en transformar, uno por uno, el corazón humano y erradicar lo inauténtico que sale de él (Mt 15, 18-20). (Ignacio Iglesias s.j.)

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